Las lesiones de menisco son aquellas lesiones que afectan a esta estructura situada en la rodilla. La lesión más común que afecta a los meniscos es el desgarro parcial o la rotura.
Los meniscos son cartílagos en forma de semiluna situados entre el fémur y la tibia que proporcionan estabilidad a la rodilla. Son almohadillas que amortiguan los impactos.
En cada rodilla existen dos meniscos el menisco interno o medial y el menisco externo o lateral.
Este tipo de lesiones son frecuentes en deportes con giros de rodilla como el fútbol, rugby o hockey.
Las lesiones de los meniscos ocurren a causa de un mecanismo de torsión o rotación de la rodilla asociado a flexión intensa e hiperextensión.
Los síntomas consisten en dolor, derrames recurrentes y chasquidos, asociados a una limitación de la movilidad. A veces los colgajos meniscales quedan atrapados en la cavidad articular, con lo que la rodilla queda bloqueada o "clavada".
Si estando la rodilla flexionada a unos 90 grados aparece dolor en la rodilla cuando se realiza una rotación externa del pie, ello es signo de lesión del menisco interno (prueba de McMurray).
Tras una lesión de menisco, el deportista debe seguir la regla de toda lesión deportiva: reposo, hielo, compresión y elevación.
Es conveniente usar muletas para evitar una sobrecarga de peso al andar mientras no hayan remitido el dolor y la hinchazón. En la mayoría de los casos el paciente debe ser derivado al traumatólogo para la reparación de la lesión meniscal mediante artroscopia (tubo de fibra óptica insertado en la rodilla bajo anestesia local o regional).
El seguimiento debe planificarse de modo que permita iniciar un programa de rehabilitación y que el paciente pueda reanudar pronto (semanas) la actividad deportiva.