Las personas que son diagnosticadas con el trastorno antisocial de la personalidad presentan un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás, que se puede visualizar desde la infancia, pero sobre todo desde los 15 años en adelante. En otras palabras, existe un fracaso para adaptarse a las normas sociales-legales.
Para ser diagnosticado de este tipo de trastorno, la persona debe tener 18 años, pese a que uno de los requerimientos es que se aprecien conductas desde los 15 años que se relacionen con este trastorno. Además, estas conductas no deben ser producto de un Trastorno Bipolar o producirse en el curso de una Esquizofrenia.
Este trastorno, desde las investigaciones realizadas, se tiende a presentar más en hombres que en mujeres.
Cabe mencionar que, si este tipo de conductas se presentan previo a los 15 años, se habla de un Trastorno Disocial no antisocial.
En este caso, para que una persona sea diagnosticada con este trastorno debe presentar al menos tres de las siguientes características y ser mayor de 18 años:
Los sujetos que presentan un trastorno antisocial de la personalidad se caracterizan por constantemente realizar actos ilegales, que implican delitos y por ende su detención. En general, suelen despreciar los derechos, sentimientos o deseos de los demás, sólo centrándose en lo que a ellos les provoca bienestar o placer, por ende, no hay una conexión empática con los otros y no se pueden poner en el lugar de la otra persona.
Por lo mismo, para obtener lo que ellos desean, son capaces de mentir y engañar de múltiples maneras como por ejemplo indicando que presentan enfermedades que no son reales o cambiándose el nombre para inventar una historia alternativa.
Además, son personas muy irritables e impulsivas, por lo que toman decisiones sin pensar en las consecuencias ni para sí mismos o para los demás. Sumado a la impulsividad, no tienen la capacidad de planificar las cosas a futuro. Lo anterior, se puede ver en que generalmente estas personas cambian constate y súbitamente de vivienda, trabajos o amistades.
Cabe destacar que en ellos existe una falta de remordimiento respecto a sus actos, incluso aunque estos hayan implicado el daño a su propio grupo familiar e hijos. Por el contrario, tienden a justificarse sus actos e incluso culpan a otros de su propio actuar no haciéndose cargo.
Otro punto importante dentro de este trastorno es que las personas no se preocupan por su seguridad ni por la de otros, por lo que constantemente realizan actos imprudentes como conducir bajo los efectos del alcohol o sustancias estupefacientes, sobrepasando los límites de velocidad permitidos (lo que los lleva a estar involucrados en varios accidentes) así como también tienen conductas sexuales de riesgo.
Por todo lo anterior, tienden a ser irresponsables en cualquier labor que realicen.
Generalmente en los estudios se visualiza que existen factores ambientales que serían importantes en el desarrollo de este trastorno.
Por ejemplo, en algunos estudios, se ha visto que quienes presentan este trastorno en la edad adulta en gran medida realizaban conductas contra las normas desde los 15 años, como beber alcohol, no respetar las normas del tráfico e incluso escaparse de casa. A ello se le suma que muchos presentaban amistades que tenían conductas similares o que ya habían delinquido o también familiares que se encontraran detenidos por ciertos delitos.
También se ha visualizado que un alto porcentaje tuvo experiencias de grave vulneración de sus derechos en su infancia, como puede ser el maltrato físico y psicológico, abuso sexual, negligencia, no satisfacción de sus necesidades básicas como alimentación o cuidado de su salud por parte de un adulto, prácticas severas de castigo por parte de adultos o abandono por alguno de sus progenitores.
Sin embargo, otros estudios también han visualizado que podría existir una predisposición genética, es decir, de tener padres que tienen un trastorno de personalidad antisocial, los hijos podrían tener una mayor posibilidad de presentar también este trastorno. Pese a ello, se ha visto que por sí sólo, la genética no es un detonante, se debe mezclar con factores ambientales.
Las investigaciones refieren que los tratamientos en personas con trastorno de personalidad antisocial no tienen éxito, ya que generalmente quienes asisten a un tratamiento es forzado por algún requerimiento de un tribunal o fiscalía para obtener la libertad condicional.
En esto también se involucran las propias características del trastorno. Es probable que ellos no sientan que sus conductas son problemáticas y la falta de remordimiento y de interés por lo que los demás sientan no permite un trabajo terapéutico.
Pese a ello, se intentan algunas terapias cognitivo-conductuales, orientadas principalmente a intentar disminuir sus comportamientos delictivos.
Sin embargo, lo que se ha visto desde la evidencia es que es mejor tratar a la persona de forma temprana. Si se presentan algunos posibles factores de riesgo en la infancia deben ser intervenidos para evitar el desarrollo de este trastorno.
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