Es cierto que cada uno tiene su conciencia moral, personal e intransferible, sin embargo podemos hablar de superioridad ética de ciertos valores. Pueden darse inteligibles razones a favor de la sinceridad y contra el engaño o a favor del apoyo al débil frente a su aniquilación. Comprender en cambio los motivos por los que la masturbación es un grave pecado o las transfusiones de sangre son abominables exige fe en revelaciones misteriosas en las que no todo el mundo está dispuesto a creer. Desde luego quienes hagan suyas esas convicciones deben ser respetados y tienen derecho a comportarse según su patrón de excelencia.
La ética se distingue de la religión en su objetivo (la primera quiere una vida mejor y la segunda algo mejor que la vida), y en su método (la primera se basa en razón y la experiencia, y la segunda en la revelación). Además la ética es cosa de todos, mientras que la religión es cuestión de unos cuantos, por muchos que sean: las personas religiosas también tienen intereses éticos, mientras que no siempre se da lo contrario.
La ética y la religión sirven para ejemplificar ante los estudiantes la diferencia entre aquéllos principios racionales que todos podemos comprender y compartir (sin dejar de ser críticos) frente a doctrinas muy respetables pero cuyo misterio indemostrable solo unos cuantos aceptan como válido.
Actualmente se considera una opción personal de los padres que el Estado debe respetar, pero que no está obligado a costear. Los planes de estudio pueden incluir una asignatura del tipo "Historia de las religiones", con preferente atención a la tradición greco-romana cristiana por su relevancia para comprender nuestra cultura. Pero no debe de ser prescriptiva, sino descriptiva, informativa. Y desde luego no debiera estar a cargo de un cuerpo especial de profesores vinculado al obispado, sino especialistas en filosofía historia o antropología. Sólo así podrá ser evaluada académicamente como cualquier otra, pues la buena fe no admite puntuaciones terrenales. Su inclusión o no en los planes de estudio debe atender a las mismas consideraciones que otra materia docente, no a quienes usan como argumento los pactos con una Iglesia que resulta estar encabezada por un estado extranjero.