Un hematoma es una acumulación de sangre en los tejidos fuera del torrente sanguíneo debido a un traumatismo o enfermedad.
Se produce por la rotura de algún pequeño vaso sanguíneo a consecuencia de un golpe (traumatismo), cirugía o una enfermedad de la coagulación de la sangre.
La zona de la piel donde se produce el hematoma se tiñe de color rojo/amoratado y posteriormente se vuelve parduzco-amarillo al paso de los días.
Se distinguen los siguientes tipos de hematomas:
Los más dolorosos son los profundos (del músculo y del hueso) y pueden durar días o semanas.
También puede haber hematomas internos en cualquier parte del cuerpo debidos a traumatismos severos, como por ejemplo, accidentes automovilísticos.
Los más graves son los que se presentan en la cabeza: hematoma epidural y hematoma subdural que son acumulaciones de sangre dentro del cráneo que comprimen el cerebro y deben ser drenados lo más pronto posible por un neurocirujano.
Los hematomas abdominales como el hepático pueden pasar desapercibidos y solo ser visibles en exámenes radiológicos.
En general, los hematomas aparecen con un traumatismo o golpe de suficiente intensidad para romper los vasos sanguíneos, pero en ciertas enfermedades de la coagulación o por falta de plaquetas o por tratamientos con anticoagulantes puede ser pequeños traumatismos imperceptibles por el paciente.
Los hematomas subcutáneos o debajo de la piel puede dar algo de dolor y calor local, pero sobre todo los cambios de color son el síntoma predominante, primero rosado, luego amoratado, se torna a color pardo al ir digiriéndose la sangre y luego un amarillo residual.
Los hematomas musculares suelen dar dolor al contraerse el músculo implicado siendo el dolor más débil en reposo.
Los hematomas periósticos o del hueso son muy dolorosos y persistentes.
Los hematomas del cráneo suelen dar signos inespecíficos como dolor de cabeza, náuseas, vómitos y confusión hasta progresar a pérdida de conciencia e incluso la muerte.
Hematomas internos en otras partes del cuerpo pueden dar síntomas solo cuando la pérdida de sangre sea ya muy grave, por lo cual se deben buscar activamente después de un traumatismo moderado o severo.
Si el hematoma es pequeño y subcutáneo no se debe hacer nada o poner frío local para parar la hemorragia. Otras medidas como el reposo y elevar la extremidad afectada son de utilidad.
Si el hematoma es grande puede dar un "síndrome compartimental" presionando tejidos colindantes y afectando su función. En este caso se precisa de un drenaje y tratamiento de urgencia.
En caso de que esta complicación no ocurra, no se debe drenar y se debe dejar la zona en reposo para que no persista la hemorragia causante del hematoma, tanto en los superficiales como en los profundos (muscular u óseo). En algunos casos se colocan vendajes compresivos no demasiado ajustados para evitar que el hematoma persista o vuelva a formarse.
El hematoma subdural, epidural y los intraabdominales son urgencias quirúrgicas.
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