La Vitamina D es un grupo de secosteroides solubles en grasa responsables de la absorción intestinal del calcio, hierro, magnesio, potasio y zinc.
Existen varias formas diferentes de vitamina, pero las más importantes son:
La combinación de ambas vitamina se conoce como calciferol.
Las vitaminas D2 y D3 pueden ser ingeridas en la dieta o mediante suplementos. El cuerpo puede también sintetizar la vitamina D3 en la piel, de una sustancia llamada el dehidrocolesterol cuando la exposición al sol es la adecuada.
En su estado puro, tanto la vitamina D2 como la D3 se presentan en forma de cristales blancos, sin olor. Son solubles en las grasas y resisten la acción del calor y del oxigeno, aunque pueden sufrir cierto grado de destrucción si se exponen por mucho tiempo a la luz. Resisten también los álcalis y los ácidos diluidos.
La vitamina D es indispensable para el aprovechamiento del calcio de los alimentos y para la regulación del metabolismo del calcio y del fósforo en el organismo. Por ello, es necesaria en la formación y crecimiento de los huesos y los dientes, y en el funcionamiento de los músculos y de ciertas glándulas.
En el niño sobreviene el llamado raquitismo caracterizado en sus formas intensas por deformaciones típicas del esqueleto También, disminuye el crecimiento.
Otras veces puede producir en el niño la llamada espasmofilia o tetania infantil, caracterizado principalmente por ciertas contracciones o espasmos de los músculos.
En el adulto, puede ocasionar la osteomalacia. Asimismo, cuando la deficiencia en vitamina D es menos acentuada, puede manifestarse como tendencia a caries dentales, pérdida de fuerzas y, en general, debilidad de los músculos.
Son pocos los alimentos que contienen vitamina D:
También se ha encontrado en pequeñísimas cantidades en hojas verdes.
Afortunadamente, los rayos del sol que se pongan en contacto con la piel humana forman la vitamina D3 por acción de los rayos ultravioletas de la radiación solar sobre derivados del colesterol que se hallan en la piel o sobre la misma, proveyendo así al organismo de esta indispensable sustancia.
El adulto sano que vive en un clima que le permite someter por lo menos parte de su piel al sol, no necesita preocuparse por la vitamina D de su alimentación, pues la cantidad que obtendrá con un régimen alimenticio equilibrado y por acción del sol es suficiente.
En cambio, en el caso de quienes, por cualquier razón, no reciban una suficiente cantidad de sol o sigan ciertas dietas especiales puede ser necesario tomar vitamina D o rayos ultravioletas.
Durante la segunda parte del embarazo y la lactancia, la dosis diaria será de entre 400 y 800 unidades internacionales (UI). En el niño son necesarias de 400 a 800. Durante el primer año, y desde los 2 hasta los 20, la cantidad necesaria es de 400 unidades. Los niños prematuros, los mellizos y los que crecen muy rápidamente necesitan dosis mayores.
La vitamina D se acumula en el hígado, la piel y otros órganos, por lo que si alguna vez se deja de ingerir suficiente vitamina D, el organismo recurre a la que acumuló por haberla recibido en exceso anteriormente.
Cuando se ingieren cantidades excesivas de vitamina D por un tiempo prolongado, puede producirse una pérdida de calcio en los huesos, además de formarse depósitos anormales de calcio en las arterias, riñones, hígado y otros órganos. Pueden además aparecer náuseas, vómitos, dolores de cabeza, perdida de peso y debilidad.
Su principal uso es el tratamiento y la prevención del raquitismo y la osteomalacia. También se utiliza cada vez que parece estar afectado el metabolismo del calcio: fracturas, caries. Se ha utilizado en ciertas formas de reumatismo crónico, algunas afecciones de las glándulas de secreción interna y de la piel, tuberculosis, etc….
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