La hepatitis autoinmune es la inflamación del hígado causada por el ataque a las células hepáticas del sistema inmunitario.
El sistema inmune del cuerpo, encargado de la defensa del organismo, se vuelve contra sí mismo, en este caso contra el hígado probablemente porque alguna sustancia química del organismo es confundida con un virus invasor.
La hepatitis autoinmune puede presentarse de forma aguda (repentina) o convertirse en crónica y persistir durante años o incluso aparecer de manera intermitente. Además, puede ocurrir simultáneamente con otras enfermedades autoinmunes.
Algunas personas desarrollan cirrosis hepática al cabo del tiempo.
No se conocen muy bien las causas que desencadenan la hepatitis autoinmune, pero parece que existe cierta predisposición familiar o genética.
En Europa se estima una incidencia de 170 casos por millón de habitantes.
Afecta predominantemente a las mujeres más que a los hombres (4 casos en mujeres por 1 en hombres).
Existen tres tipos principales de hepatitis autoinmune:
Los síntomas de la hepatitis autoinmune son similares a los de cualquier otro tipo de hepatitis e incluyen:
La hepatitis autoinmune es de difícil diagnóstico ya que tiene características comunes al resto de hepatitis (virales, inducida por medicamentos, etc.). Suele ser un diagnóstico por exclusión.
En algunos casos es necesario una biopsia del hígado para extraer una pequeña muestra del tejido hepático y analizarla.
En los análisis de sangre se presenta elevación de las transaminasas GOT y GPT de 2 a 10 veces por encima del rango normal y también es característico la elevación de las gamma globulinas en sangre (por encima de 2g/dl).
La hepatitis autoinmune es uno de los pocos tipos de hepatitis que puede ser tratada de forma efectiva.
El 80% de los que la sufren mejoran al administrarles prednisona (corticoide), a veces en combinación con azatioprina. En el 20% restante el tratamiento no es efectivo y además puede generar complicaciones por lo que sólo debe pautarse en casos severos.
Si la situación se agrava en insuficiencia hepática el único tratamiento disponible es el trasplante de hígado.
El pronóstico es muy variable y depende de cada caso individualmente, pero se estima una supervivencia a los 10 años superior al 80%.
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