¿Qué deberíamos saber?
La luxación de la rótula es una lesión de la rodilla por la que este hueso se desplaza de su posición normal hacia afuera.
La rótula es un hueso ovalado con una superficie articular cubierta de cartílago que se articula con el fémur, y que se sitúa en la parte frontal de la rodilla. En su polo superior se inserta el tendón del cuádriceps, y en su polo inferior el tendón rotuliano, permitiendo a la rodilla realizar un movimiento de flexoextensión.
Además, la rótula cuenta con una serie de espacios a su alrededor denominadas bursas (bolsas que amortiguan la fricción), así como un paquete de grasa en su polo inferior llamado “grasa de Hoffa”, encargado de la sensibilidad alrededor del área rotuliana.
¿En qué circunstancias se produce la luxación rotuliana?
La luxación rotuliana ocurre a consecuencia de un golpe o traumatismo directo en la rodilla sobre la región rotuliana, o cuando un deportista o corredor cambia de dirección con la rodilla extendida y el pie en rotación externa y luego hace fuerza en la pierna.
Es una lesión frecuente en los adolescentes y si se ha sufrido alguna vez la probabilidad de que vuelva a suceder es mucho mayor.
Se reporta también una incidencia mayor en hombres con sobrepeso u obesidad, o en aquellos con hiperlaxitud o antecedente de un síndrome de mala alineación rotuliana.
¿Cómo se presenta?
Los pacientes suelen mencionar haber sufrido un golpe o traumatismo, posterior al cual presentan un dolor severo en la región anterior de la rodilla, una deformidad observable de la rodilla, y la sensación de “inestabilidad” en la misma, junto con la incapacidad de flexionar o extender la rodilla.
Se podrán presentar datos sugestivos del traumatismo, como inflamación, abrasiones, raspones, o moretones en la rodilla.
Una luxación de rótula podría asociarse a otras lesiones, como la ruptura o avulsión (arrancamiento) del tendón rotuliano, la ruptura o avulsión del tendón cuadricipital, o una fractura de rótula.
¿Cómo se diagnóstica?
El diagnóstico suele ser evidente únicamente con una exploración física adecuada, al observar la apariencia de la rodilla e identificando las deformidades aparentes.
En la exploración además se podría valorar la traslación lateral de la rótula, usualmente siendo imposible de realizarla si se trata de una luxación irreductible o que se asocie a otras lesiones, como las ya descritas.
Es recomendable complementar la exploración con una radiografía AP (anteroposterior) y una radiografía lateral de la rodilla antes y después de realizar la reducción de la rótula, para identificar lesiones asociadas que puedan complicar la reducción, o que deban de ser atendidas posteriormente a ésta, como una fractura.
Si se sospecha de una ruptura del tendón cuadricipital o rotuliano, se puede complementar el abordaje diagnóstico con una prueba de ultrasonido del tendón, la cual se deberá realizar después de realizar la reducción cerrada, o si se identifica que la ruptura no permite realizarla.
¿Cuál es el tratamiento recomendado?
Si no existen signos de fractura, puede intentarse reducir la luxación mediante la extensión de la rodilla. A veces resulta útil dar masajes en los músculos de la pantorrilla y pedir al deportista que se relaje para disminuir la contractura muscular, con lo cual la rótula debe reducirse en unos minutos.
Hasta un 50% de los casos se reducirán espontáneamente, por lo que la incidencia real de esta afectación podría estar infravalorada, al no presentarse muchos de estos pacientes a una unidad médica para su valoración.
Si la persona que practica la reducción encuentra dificultades en la realización de la maniobra, quizás existe una fractura o un fragmento de cartílago desplazado, en cuyo caso hay que colocar una férula y derivar al paciente a un servicio de urgencias para llevar a cabo una exploración radiológica y la reducción.
De igual manera, se recomienda realizar la inmovilización de la extremidad afectada posterior a la reducción cerrada, aun si no se identifican lesiones asociadas, para permitir la cicatrización de las lesiones desencadenadas por la luxación, reducir el edema de la rodilla, y aminorar el dolor del paciente.
El tratamiento posterior a la reducción consiste en reposo, hielo, compresión y elevación, junto con el uso de muletas si el paciente no puede caminar.
La pierna debe estar elevada mientras persista la inflamación y se iniciarán de inmediato ejercicios de reforzamiento del cuádriceps (el músculo anterior del muslo) para prevenir la atrofia, y favorecer una recuperación del movimiento normal de la rodilla más pronta y eficiente.
Dr. Ignacio Antépara Ercoreca
Especialista en Alergología por la Universidad de Navarra y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
Autor originalDr. Jorge Valenzuela Flores
Especialista en Ortopedia y Traumatología y licenciado en medicina por el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (TEC).
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