La radiación ionizante es un tipo de radiación con suficiente energía como para extraer electrones de sus átomos.
Se llama radiación a toda energía que se propaga en forma de onda a través del espacio.
En el concepto radiación se incluye desde la luz visible a las ondas de radio y televisión (denominadas radiaciones no ionizantes) hasta la luz ultravioleta, los rayos X o la energía fotónica (radiaciones ionizantes).
Existen dos tipos principales de radiaciones ionizantes:
Cada elemento atómico se caracteriza por su número de protones, que es constante, pero puede presentar distinto número de neutrones, y el número de estos neutrones es lo que define a los diferentes isótopos de cada elemento químico. Muchos isótopos son inestables y pueden cambiar su número másico (suma de neutrones y protones) por emisión de partículas. Dependiendo de qué tipo de partículas se emitan, hablamos de radiación alfa, beta o gamma, con distinta interacción sobre la materia.
La radiactividad de un isótopo puede medirse, así como la dosis absorbida de radiación ionizante en un tejido determinado.
El origen de las radiaciones ionizantes puede localizarse en:
Las radiaciones ionizantes se comportan como un cancerígeno demostrado, dosis-dependiente y sin un umbral para las pequeñas carcinogénesis; es decir, dosis, incluso cotidianas, pueden desencadenar un cáncer al acumularse.
Cuando se trata de exposición a grandes dosis, el perfil temporal del riesgo difiere según el tipo de cáncer: para la leucemia el riesgo aumenta rápidamente en los primeros años, declinando después; en los tumores sólidos el riesgo aumenta lentamente con el paso del tiempo.
Sobre la población general, y excluida la radiación procedente de radiografías y exploraciones médicas, el mayor riesgo exposicional procede de la desintegración del uranio en radón. Aunque no es posible evitar por completo la exposición domiciliaria a radón, sí que puede ser disminuida. La simple ventilación de las casas disminuye drásticamente los niveles de radón en su interior.
La radiación ultravioleta forma parte del llamado espectro electromagnético, con escaso poder ionizante, debido a su baja energía. En la clasificación de las radiaciones, se encuentran situadas a caballo con las no ionizantes.
En su espectro se distinguen tres zonas en razón de su energía:
Las fuentes de radiación ultravioleta son naturales (el sol) y artificiales (hospitales, industrias, cosmética, etc). La radiación UVC no alcanza la superficie terrestre, ya que queda retenida por la capa de ozono en la estratosfera. La radiación natural que nos llega es por tanto UVA y UVB.
El efecto cancerígeno de los rayos UV está ligado a la longitud de onda. Los dos principales factores de riesgo para el cáncer de piel son la exposición a la radiación UV, y el tipo de piel, con más riesgo en personas con tipo de piel clara y menos en las más pigmentadas. Los rayos UV tienen efecto carcinógeno directo, iniciador y promotor sobre la piel, influyendo en el desarrollo de tanto de epiteliomas como de melanomas. En los primeros parece más importante la radiación de fondo, acumulativa --ocupacional, por ejemplo--. En los melanomas tendría mayor efecto la exposición intermitente, recreacional.
El espectro UVB de la radiación solar posee la mayor potencia de inducción de cáncer de piel, ya que induce daño estructural en el ADN celular, al mismo tiempo que estimula la proliferación de la epidermis. Estimaciones recientes han calculado que por cada reducción de un 1% en la capa de ozono, la radiación UVB/UVC aumentará en un 2% y el cáncer de piel en un 2 a 6 %.