Durante los años 80, se llegó a afirmar que podría atribuirse a la dieta un tercio de todos los tumores.
Sin embargo, con los datos actuales, no es posible formular con precisión cuáles son los cánceres relacionados con la dieta y qué componentes son los responsables.
Los alimentos son mezclas muy complejas de nutrientes, que incluyen aditivos y sustancias mal conocidas, y que pueden verse completamente alterados por los procesos de cocción y de conservación.
Revisaremos a continuación brevemente los principales factores dietéticos que se han relacionado con el cáncer y las estrategias para su prevención.
La dieta rica en grasas saturadas favorece el desarrollo de cáncer de mama (tanto espontáneo como producido por productos químicos), lo que podría ser debido a que las grasas saturadas determinan cifras elevadas de estrógenos (un tipo de hormonas sexuales femeninas) circulantes.
De forma más vaga, la dieta rica en grasas y el sobrepeso también se han relacionado con el cáncer de colon, ovario, útero (endometrio) o páncreas.
Se ha propuesto que la dieta rica en fibra vegetal puede reducir el riesgo de padecer cáncer de colon, lo que podría deberse a que al aumentar el volumen y velocidad de tránsito de las heces, se reduce la concentración y el tiempo de exposición a carcinógenos en el intestino.
Los alimentos pueden contener sustancias cancerígenas naturales, como la cafeína (relacionada con el cáncer de vejiga), hongos como la aflatoxina (relacionada con el cáncer de hígado), contaminantes de residuos industriales o pesticidas.
El consumo de nitratos se ha relacionado con el cáncer de estómago; los nitratos se reducen a nitritos por las bacterias del tubo digestivo, con producción de unas sustancias de efecto cancerígeno llamadas nitrosaminas. Los pescados congelados y ahumados y las carnes curadas son especialmente ricos en nitrosaminas.
También se ha señalado que el consumo de carnes a la brasa genera hidrocarburos aromáticos, que son cancerígenos. Además, muchos alimentos contienen estos hidrocarburos aromáticos policíclicos, tales como el bonito ahumado, el aceite de coco y las salchichas.
El 90 % de la población consume alcohol, que podría actuar como un co-carcinógeno, no directamente sino a través de su metabolito el acetaldehído. El alcohol se ha vinculado con muchos cánceres asociados al tabaco (cavum, faringe, laringe, esófago), con el cáncer de hígado, y de forma menos consistente, con el cáncer de mama y de colon-recto.
Los beta-carotenos (precursores de la vitamina A, presentes en vegetales de hojas verdes y frutas y vegetales amarillo-naranja) tienen propiedades antioxidantes y podrían proteger frente al cáncer de pulmón. La vitamina C (ácido ascórbico) reduce los nitritos, evitando la formación de nitrosaminas. La vitamina E (tocoferol) también evita la formación de nitrosaminas e impide la oxidación de las grasas insaturadas. Sin embargo, no existe evidencia de que los suplementos de ninguna vitamina puedan prevenir ningún tumor en concreto.
Se pueden dar a la población general algunas recomendaciones dietéticas, a la luz de los conocimientos actuales:
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