El síndrome de Mallory-Weiss es una hemorragia gastrointestinal producida por un desgarro en la unión gastroesofágica.
Se presenta al producirse un daño en la mucosa de la zona donde se unen el esófago y el estómago. Este daño provoca sangrado arterial en el tracto gastrointestinal.
La causa es un desgarro o rotura en la mucosa gástrica, cerca de donde se unen el esófago y el estómago. Este desgarro puede ser consecuencia de un aumento repentino de la presión intra-abdominal producida por vómitos intensos o arcadas.
El consumo elevado de alcohol y la existencia de hernia de hiato son dos factores de riesgo que aumentan la posibilidad de que se produzca el síndrome de Mallory-Weiss.
Más de la mitad de las personas que experimentan el síndrome de Mallory-Weiss padecen previamente hipo, vómitos y arcadas.
La rotura de la mucosa provoca sangrado y pérdida de sangre que puede llegar a ser considerable. Además, pueden producirse episodios de vómito teñido con sangre (hematemesis).
Los pacientes que padecen hipertensión portal o trastornos hepáticos tienen más probabilidades de que ocurra un sangrado abundante y mayor riesgo de que ocurra repetidamente.
El síndrome de Mallory-Weiss causa aproximadamente el 5% de todas las hemorragias gastrointestinales superiores.
Puede ocurrir a cualquier edad, incluso en niños y parece ser más frecuente entre los hombres.
La rotura no es visible en las radiografías gastrointestinales por lo que la prueba recomendada es la endoscopia que revela una rotura de entre 0,5 y 4 cm.
La endoscopia también revela que en el 35% de los pacientes existe otra causa potencial de hemorragia gastrointestinal, como una úlcera péptica, una gastritis erosiva o varices esofágicas.
El paciente debe ser estabilizado con transfusiones de sangre e inyección intravenosa de fluidos para restablecer el equilibrio electrolítico. La mayoría de las veces (más del 80% de los casos), el sangrado esofágico se detiene espontáneamente.
Cuando el sangrado no se detiene se debe administrar una inyección de epinefrina (adrenalina) y/o cauterizar con calor la arteria que produce el sangrado. En el 90-95% de los pacientes cuyo sangrado no se detiene espontáneamente, la cauterización detendrá el sangrado.
Si estos tratamientos fallan se requiere cirugía para detener el sangrado.