La tos ferina es una enfermedad bacteriana muy contagiosa exclusiva del ser humano. El nombre viene del ruido fuerte que producen las personas al inspirar después de toser.
Los episodios de tos, de hasta 30 minutos de duración, pueden ser muy fuertes y llegar a causar vómito o sensación de asfixia. Estos episodios causan mucha angustia al enfermo.
El agente causante es la bacteria Bordetella pertussis. Esta bacteria presenta una marcada afinidad por las células del tracto respiratorio superior. La B. Pertussis no invade la sangre, pero si produce toxinas que causan irritación de la zona, lo que a su vez origina la tos.
El microorganismo causante se encuentra en la rinofaringe de las personas enfermas y se transmite de persona a persona a través de gotitas eliminadas al toser o estornudar.
El periodo de incubación suele ser de unos 7-10 días.
Diferenciamos 3 fases características. Catarral, paroxística y convalecencia.
El diagnóstico de la enfermedad es clínico. Fácilmente diagnosticable por la tos durante la fase paroxística, en cambio, durante la fase catarral, solamente podremos sospechar de tos ferina en el caso de que haya un contacto próximo afectado.
Puede realizarse cultivo de secreciones nasofaríngeas en medios especiales para la B. Pertussis. Cuanto más avance la enfermedad menos probable será que la bacteria aparezca en el cultivo.
El tratamiento se basa en la administración, durante unos 14 días, de antibióticos macrólidos como la Eritromicina o la Claritromicina. Además, el enfermo debe permanecer en aislamiento respiratorio para evitar contagiar a otras personas.
Los antibióticos son especialmente efectivos durante la fase catarral, pero es entonces cuando es más difícil llegar al diagnóstico. Aun así, durante la fase paroxística, contribuyen a reducir los episodios de tos y la capacidad de contagio del enfermo.
Sin embargo, ni los antitusígenos ni los antihistamínicos mejoran el cuadro clínico ni la evolución de la enfermedad.
La prevención esencial es la vacunación. Se administran cinco dosis, a los 2, 4, 6, 18 meses y la última dosis entre los 3 y 6 años de edad. El efecto de la vacuna dura unos 12 años, por lo que protege durante las edades más críticas y peligrosas para esta enfermedad.
Esta vacuna se elabora con partes proteicas de la bacteria, por lo que apenas presenta efectos secundarios y su eficacia es muy alta. La administración de la vacuna antitosferina durante el último trimestre del embarazo (preferiblemente entre las semana 27 y 36 de gestación) es una forma efectiva de proteger al recién nacido durante los dos primeros meses de vida, antes de que el bebé reciba la primera dosis de vacunación.