El VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana) es un virus que destruye gradualmente el sistema inmune.
A medida que el virus destruye las células inmunitarias se debilita la defensa del organismo contra las infecciones y determinados tipos de cáncer. En concreto, el virus VIH ataca y destruye los linfocitos CD4 que se encargan de fabricar anticuerpos para combatir las infecciones externas.
La infección por el virus VIH no significa padecer SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Humana). El SIDA es únicamente la etapa final de la infección por VIH caracterizada por una inmunodeficiencia intensa y falta de defensa contra las infecciones oportunistas.
Antes de llegar a esta fase final existe un periodo transitorio desde la infección que puede durar muchos años sin apreciarse síntomas evidentes.
El VIH se transmite a través del intercambio de fluidos con una persona infectada.
Los principales fluidos involucrados en el contagio de la enfermedad son la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna. También puede ser transmitido en el parto de una madre infectada a su hijo.
Las personas con VIH pueden transmitir la enfermedad a otros. Por ello no deben donar sangre, plasma, órganos corporales ni semen. Además, deben evitar el contacto de fluidos corporales durante el acto sexual.
Los principales factores de riesgo para contraer la infección por VIH son:
Los principales consejos para prevenir la infección son:
La infección del VIH produce después del contagio inicial síntomas similares al de una gripe entre 2 y 4 semanas después del contagio.
Estos síntomas son muy inespecíficos y pueden incluir fiebre, dolor de garganta, dolores musculares, erupción cutánea o fatiga.
El diagnóstico puede realizarse mediante la realización de pruebas rápidas de detección de anticuerpos del VIH.
Los anticuerpos del VIH son apreciables en las pruebas diagnósticas de 3 a 12 semanas posteriores a la infección.
Un resultado positivo en la prueba de detección del VIH indica que la persona es seropositiva y debe seguir el tratamiento adecuado para proteger su salud.
Toda persona diagnosticada con VIH debe recibir terapia antirretroviral (TAR) para inhibir la replicación del virus. Esta terapia puede combinar tres o más fármacos antirretrovirales.
Esta terapia no cura la enfermedad pero puede conseguir que la concentración del virus VIH en la sangre sea indetectable.
Debe acudir a su centro de asistencia sanitaria si se sospecha de la posible infección por VIH y también en el caso de que empiecen a desarrollarse los síntomas de una infección por VIH que ya haya sido diagnosticada.
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