La hidatidosis es una enfermedad infecciosa zoonótica (enfermedad transmitida al ser humano por los animales) producida por parásitos denominados equinococos.
La equinococosis es una enfermedad parasitaria (del grupo de las tenias) y perteneciente al género Echinococcus.
Las especies más comunes que lo provocan son el E. Granulosus y E. Multilocularis, produciendo equinococosis quística (CE) y equinococosis alveolar (AE) respectivamente. Otras especies menos habituales son, la E.Vogeli y la E.Oligarthrus, ambas causando equinococosis poliquística (múltiples quistes).
Es una enfermedad propia de ciertos animales (perros, ovejas, cabras, camellos, ciervos, caballos, ganado y cerdos). De ahí que la enfermedad predomine en entornos rurales y en personas que trabajan con animales (pastores, ganaderos…).
Las tenias viven en el aparato digestivo de los animales, eliminando los huevos por los excrementos. El ser humano se contagia de forma accidental vía feco-oral, al entrar en contacto con los huevos que son ingeridos mediante alimentos y agua contaminada con el desarrollo posterior de la enfermedad.
En las zonas endémicas, la tasa de incidencia puede llegar a ser de más de 50 personas por 100.000 habitantes.
Es una enfermedad que predomina fundamentalmente en América del Sur, Cuenca Mediterránea, África subsahariana, China, Rusia y algunas zonas de Estados Unidos.
Ambas formas de equinococosis, se caracterizan por el desarrollo de uno o múltiples quistes hidatídicos que se localizan con mayor frecuencia en el hígado y pulmón.
No obstante, también pueden verse afectado otros órganos (sistema nervioso central, bazo, ojos, riñones, huesos…).
Los periodos de incubación de la enfermedad son muy prolongados, pudiendo ser desde 5 a 20 años.
Los síntomas pueden ser muy variados dependiendo de la localización de los quistes:
En caso de ruptura de un quiste se pueden presentar manifestaciones agudas (puede llegar a ser un cuadro muy grave con fallecimiento de la persona)
Existen múltiples pruebas para el diagnóstico de la enfermedad, suelen combinarse técnicas analíticas que nos indican presencia de la infección con técnicas de imagen para localizar las lesiones quísticas.
El tratamiento depende del tipo de quiste, donde se encuentre localizado, el riesgo de rotura y el número de quistes (únicos o múltiples).
Los quistes únicos, pequeños, asintomáticos e inactivos con pequeño riesgo de rotura no se tratan. Suele realizarse seguimiento con ecografía, tomografía o resonancia magnética cada 3-4 meses.
Los quistes complicados (grandes, activos con mucha inflamación, localizados en órganos vitales y con riesgo de rotura) deben ser tratados ya que suponen un riesgo para la vida del paciente.
Los principales tratamientos son:
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