A mediados del siglo XIX, la reina Victoria de Inglaterra fue la primera mujer de la historia en ser sedada durante un parto, que en su caso correspondió a su octavo hijo. A medida que un mayor número de nacimientos tuvo lugar en los hospitales, la anestesia se convirtió en una práctica habitual.
La anestesia general, la cual deja a la madre totalmente inconsciente, en la actualidad se utiliza en raras ocasiones, incluso si hablamos de intervenciones cesáreas. Si lo desea o necesita, la mujer recibe anestesia local, pero puede observar y participar en el proceso del nacimiento y abrazar a su bebé inmediatamente después de nacer. La anestesia local bloquea las vías que transmiten el dolor al cerebro. Es un agente que pasa a través de la placenta y puede por tanto implicar riesgos para el bebé.
Los métodos alternos de nacimiento se desarrollaron para minimizar el uso de fármacos y maximizar la participación activa de ambos padres. En 1914, un médico británico, el Dr. Grantly Dick-Read, sugirió que el dolor en el parto era provocado principalmente por el temor. Para eliminar este último, fomentó el parto natural, consistente en educar a las mujeres sobre la fisiología de la reproducción y prepararlas físicamente en técnicas de respiración y relajación durante el trabajo de parto y el nacimiento. A mediados del siglo pasado, el Dr. Fernand Lamaze utilizó el método del parto preparado. Esta técnica sustituye las antiguas respuestas de temor y dolor ante la percepción de contracciones uterinas por otras aprendidas.
En el Método Lamaze, la mujer aprende sobre la anatomía y fisiología involucradas en el parto. Recibe entrenamiento para jadear y respirar rápidamente al ritmo de las contracciones y concentrarse en otras sensaciones. Aprende a relajar sus músculos como una respuesta condicionada a la voz de su entrenador (generalmente esposo o amiga), quien la acompaña en las clases y participará en el parto.
Los defensores de los métodos naturales argumentan que el uso de medicamentos implica riesgos para el bebé y priva a las madres de lo que puede ser una experiencia de fortalecimiento y transformación. En algunos estudios iniciales, los bebés nacidos de parto con anestesia parecieron mostrar defectos deletéreos inmediatos en sus respuestas fisiológicas y motoras alteradas y un desarrollo motor más lento a lo largo de su primer año. Sin embargo, la investigación posterior sugirió que el parto medicado puede no producir daño. Al comparar la fuerza, sensibilidad táctil, actividad, irritabilidad y patrones de sueño de los bebés de madres que habían sido medicadas o no, no se hizo evidente ningún efecto farmacológico.
En las dos últimas décadas, las mejoras en la medicación del parto han conducido a un número cada vez mayor de mujeres que escogen esta opción. Las inyecciones raquídeas o epidurales se han hecho más frecuentes a medida que los médicos han encontrado formas eficaces de aliviar el dolor utilizando dosis pequeñas de medicamentos. Las "bombas de infusión epidural" permiten a las mujeres percibir sensaciones, mover sus piernas y participar activamente en el nacimiento. En un reciente análisis de 10 estudios que incluyeron casi 3000 partos en Europa, EEUU y Canadá, las mujeres que recibieron anestesia regional (epidural) gozaron de un alivio más eficaz del dolor, aunque con un trabajo de parto más prolongado, que las demás. No hubo diferencia en cuanto a cesáreas.