Una fístula anal o perianal es un pequeño túnel que produce una comunicación anormal entre el final del intestino (el ano o el recto) y la piel que rodea el ano.
Suele ser secuela de alguna cirugía o de una enfermedad de base que es importante detectar para hacer el mejor tratamiento posible.
El diagnóstico adecuado del tipo de fístula perianal es importante, porque hay personas en las que se afecta el esfínter (conjunto de músculos que controlan la salida de la materia fecal) y la incontinencia fecal es el efecto secundario más indeseable.
Sabiendo qué tipo de fístula presenta la persona, el cirujano procurará preservar intacto este esfínter y dejar las menores secuelas posibles tras el tratamiento.
Casi siempre, el síntoma inicial es el manchado de la ropa interior con el material que sale de la fístula perianal (materia fecal, pus o algo de sangre).
Si el orificio interno se obstruye, se pueden presentar síntomas de infección: dolor, enrojecimiento de la zona anal y, finalmente, una tumefacción dolorosa y picor cuando se empieza a formar el absceso perianal (acumulación de pus).
Ocasionalmente puede producir síntomas generales como fiebre.
En la mayor parte de los casos, el origen de la fístula perianal es un absceso que, después de drenar su material, deja como secuela esa comunicación fibrosa que produce la molesta secreción.
En otras ocasiones, el origen de la fístula está ligado a diversos trastornos anorrectales como los traumatismos, la enteritis regional, la enfermedad de Crohn, algunos tumores, el tratamiento con radiación para el cáncer o infecciones como la apendicitis, infecciones en las trompas uterinas o divertículos del colon que se complican.
El diagnóstico en la mayoría de las ocasiones es sencillo ya que el paciente refiere esa supuración constante que motiva síntomas como el picor y la mancha en la ropa interior.
En un tacto rectal al examen físico se puede identificar el orificio interno de la fístula y establecer su recorrido.
Si hay alguna duda, se podrían solicitar exámenes como la anoscopia o la ecografía endoanal.
Si se piensa que la fístula va a requerir una cirugía muy compleja, el especialista podría necesitar otros exámenes como una Tomografía computarizada, una Resonancia Nuclear Magnética o una fistulografía.
Con base en el examen físico y los exámenes se clasifica la fístula para decidir el tratamiento.
Esta clasificación le es útil al cirujano para entender el riesgo de afectar el esfínter anal con la cirugía y, por lo tanto, ayudan a evitar que el paciente sufra de incontinencia fecal.
Básicamente las fístulas pueden ser:
El tratamiento de estos procesos es quirúrgico y para ello se han empleado diferentes técnicas que van a depender de las características clínicas de la fístula.
Se trata de eliminar el recorrido fistuloso y dejarla a plano (sin cerrar) para que vaya cicatrizando poco a poco.
La realización de la misma, es decir su ejecución técnica, tiene muchas variantes.
No existen diferencias significativas en cuanto al resultado obtenido con estos métodos. Esto quiere decir que el bisturí empleado no influye en principio en que la fístula vuelva a aparecer.
En realidad, no es frecuente que la fístula vuelva a presentarse. Esto ocurre, a veces, asociado con la enfermedad de Crohn u otra enfermedad inflamatoria del intestino.
En cualquier caso, el tratamiento quirúrgico de fístulas recidivadas (que repiten), conlleva un incremento en el riesgo de lesionar estructuras anorrectales y dejar secuelas, por ello hay que realizarlo con extremo cuidado, como le explicará su cirujano.
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