¿Qué es el herpes zoster?
El herpes zoster es una lesión en la piel que se produce por la reactivación del virus de la varicela.
El primer contacto con el virus se produce generalmente en la infancia. Después el virus permanece latente en un ganglio y en determinadas situaciones se reactiva y aparece en la piel en forma de herpes zoster.
Es más frecuente en personas ancianas y su frecuencia y gravedad son mayores en pacientes inmunodeprimidos. Puede aparecer en sujetos sanos en situaciones de debilidad o cansancio.
¿Cuáles son los síntomas del herpes zoster?
El virus del herpes produce afectación de los nervios periféricos y de la piel, apareciendo dolor y enrojecimiento de la piel.
En la piel aparecen pequeñas vesículas que son dolorosas y que se agrupan en el territorio de un nervio. En esta fase las lesiones son muy contagiosas ya que el virus se encuentra dentro de las vesículas.
Posteriormente las vesículas se secan y se forman costras que, algunas veces, dejan una cicatriz.
Normalmente dura unos diez días.
Característicamente solo aparece en un lado del cuerpo (habitualmente en el tórax o abdomen, aunque también puede aparecer en las piernas o en la cara), y en una zona localizada y en forma de banda (sigue el trayecto del dermatoma cutáneo correspondiente al trayecto del nervio sensitivo).
En algunos casos se afecta la córnea, pudiendo aparecer úlceras.
La principal secuela es la neuralgia postherpética, que es la persistencia de un dolor residual durante meses o años.
Además del riesgo de que quede una neuralgia postherpética, también se corre peligro de que se infecten las lesiones, y si la región afectada es la cara, que se produzca afectación del ojo produciendo una queratitis herpética.
¿Cómo se puede detectar?
Previamente a su aparición, el paciente suele notar molestias en el trayecto donde saldrá. Suelen ser leves, pero en algunos casos, el dolor comienza un par de días antes de que aparezcan las lesiones, y si es fuerte, puede llegar a confundirse con un dolor originado en el corazón, lo que lleva a que algunas veces se confunda con una angina de pecho o un infarto.
Posteriormente, cuando se ve que el electrocardiograma y las pruebas de laboratorio descartan el infarto y, sobre todo, cuando aparecen las lesiones, se diagnostica el herpes zoster definitivamente.
¿Cuál es el tratamiento recomendado?
En casos de pacientes inmunodeprimidos (por ej.: trasplantados, enfermos con VIH) la afección puede diseminarse afectando al cerebro (meningitis o encefalitis), a los pulmones (neumonitis), al corazón (miocarditis), etc.
En este tipo de pacientes que pueden sufrir estas complicaciones tan graves, el ingreso hospitalario es obligado para tratamiento intravenoso con antivíricos.
Como tratamiento para demás los pacientes existen unas medidas básicas y otras específicas para el virus.
Medidas básicasDentro de las medidas básicas es fundamental evitar la infección de las heridas que dejan las ampollas al reventarse.
Para ello es necesario usar ropa que no apriete ni roce, y lavar la zona con agua y jabón. Además, la higiene de las manos es fundamental para no transmitir gérmenes al paciente.
Se puede pedir en la farmacia una solución de calamina, que actúa como antiséptico y contribuye a secar las lesiones y acortar la duración.
Otras medida básica es mitigar el dolor, ya que se sabe que es más frecuente que quede una neuralgia postherpética en los pacientes en los que su dolor no ha sido tratado correctamente.
Se utilizan analgésicos tipo paracetamol, y si no es suficiente, se asocia codeína para potenciar su efecto.
Medidas específicasComo medidas específicas contra el virus se pueden utilizar antivíricos tipo el famciclovir o aciclovir (tiene menos absorción intestinal) por vía oral.
El uso precoz de estos fármacos disminuye la duración del cuadro, y parece que disminuye la incidencia de neuralgia postherpética en pacientes ancianos (sobre todo si no pasan más de 72h desde el comienzo del cuadro).
El problema es que la mayoría de los pacientes acuden al médico cuando ya las lesiones se han instaurado, por lo que no suele ser efectivo.
Por ello, no se recomienda utilizarlos en personas jóvenes (menores de 55 años) a no ser que sufran alguna enfermedad que los debilite, la localización sea problemática (por ej.: localizada en el ojo), o el dolor sea muy severo, ya que parece disminuir con el tratamiento.
Dr. José Antonio Zumalacárregui
Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad del País Vasco.
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