Se denomina angina de pecho al dolor torácico y sensación de opresión aguda y sofocante, generalmente retrosternal, es decir, centrada detrás del esternón, y a veces extendida (irradiada) a uno u otro brazo. El dolor torácico suele durar desde uno o dos minutos, hasta tanto como 10 ó 15 minutos. A veces se percibe una sensación de pesadez u opresión en el pecho que no llega a dolor.
Los ataques se desencadenan, generalmente, por ejercicio (levantar pesos, deporte, actividad sexual) o stress emocional, y se alivian con el reposo. También pueden desencadenarse por frío extremo o por comidas pesadas.
Sentimiento de ansiedad o de muerte inminente.
La angina es un síntoma, y no una enfermedad. Es el resultado directo de la falta de sangre en el músculo cardíaco (isquemia). Cuando uno se esfuerza, el corazón necesita más oxígeno para trabajar más. Cuando las arterias coronarias están afectadas y no pueden ajustarse al aumento de la demanda de sangre, los nervios del corazón transmiten mensajes dolorosos de aviso urgente al cerebro. El dolor referido o irradiado se debe a que el cerebro, por confusión, siente los impulsos desde localizaciones cercanas como los brazos, el cuello o la mandíbula.
La angina es frecuente. En los hombres ocurre generalmente después de los 30 años de edad, y en las mujeres más tarde. La causa, en la mayor parte de los casos, es la arteriosclerosis.
La angina estable es la que ocurre siempre con el mismo nivel de ejercicio, y la duración de los ataques es similar. Cuando los ataques se hacen más frecuentes y largos o no están ligados a actividad física, los cardiólogos hablan de angina inestable, que puede ser el aviso de un infarto inminente y necesita tratamiento especial.
No hay pruebas de laboratorio para el diagnóstico de la angina de pecho. Sin embargo, puede ser útil disponer de algunos análisis para descartar que haya ocurrido daño en el corazón, así como para detectar la presencia de situaciones como hipertiroidismo o anemia, que pueden forzar al corazón a latir más rápido, usar más oxígeno, y por lo tanto, precipitar la angina.
El ECG sólo detecta alteraciones en el momento preciso del dolor. Con posterioridad, sólo puede confirmar o descartar en algunos casos que se haya producido daño en el corazón.
Por lo tanto, el diagnóstico de la angina es clínico, es decir, no necesita confirmación si los síntomas y la historia clínica general son sugestivos.
El tratamiento de la angina de pecho es el de la enfermedad coronaria, y está dirigido a disminuir la carga del corazón y sus necesidades de oxígeno:
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