Los psicólogos y los pediatras llaman vínculo padres-hijo a las normales relaciones psicológicas entre los padres y su hijo recién nacido, que empiezan a desarrollarse en las primeras horas y los días posteriores al nacimiento. Esta relación psicológica normalmente es muy intensa, y está influida por varios factores:
El vínculo padres-hijo asegura el apoyo necesario de los padres al niño durante sus años de desarrollo y mantiene el desarrollo de la personalidad del niño.
Cuando el recién nacido es patológico o prematuro, la situación es más difícil, ya que es frecuente la aparición de una reacción inicial de rechazo al recién nacido, generalmente a nivel inconsciente, que suele seguirse de una postura de sobreprotección, que no es igual que el vínculo normal. Las atenciones de apoyo a los padres ayudan a minimizar su ansiedad y promueven el proceso de vínculo.
Cuando los padres deben estar separados de su hijo durante días (lo cual sucede, por ejemplo, cuando el bebé es llevado a la incubadora, y la nueva madre no puede acunarlo, amamantarlo o mecerlo en sus brazos), es muy posible que no se establezca el desarrollo de los vínculos normales (por ello, en las modernas UVIs neonatales, a los padres se les anima a visitar al recién nacido con frecuencia). El vínculo padres-hijo se refuerza si los padres pueden alimentar, bañar y cambiar a su hijo, y si la madre puede dar el pecho a su hijo enfermo, incluso cuando inicialmente deba alimentarse por sonda. Esto estimula el contacto piel a piel, la sensación de "normalidad" dentro de lo posible, y facilita que el recién nacido y los nuevos padres aprendan a conocerse mutuamente, y a reconocerse por el tacto, el olfato, la voz, ...
Cuando un recién nacido presenta un defecto de nacimiento, los padres deben verlo juntos lo antes posible después del nacimiento, independientemente de su estado médico. Hay que conseguir cuanto antes la comprensión y la aceptación del estado del propio hijo.
Los procesos físicos que afectan las actividades diarias durante meses, o son causa de períodos repetidos de hospitalización (asma, parálisis cerebral, espina bífida, fibrosis quística, cardiopatías congénitas, diabetes, insuficiencia renal, epilepsia, cáncer, hemofilia, ceguera, sordera, artritis juveniles, ...), en conjunto, afectan a más del 10 % de todos los niños. Estos niños tendrán en común:
Para la familia, la incapacidad crónica de un niño representa:
Un estrés así puede acabar con la familia, sobre todo si ya existen otros problemas conyugales o familiares de base. Es probable que incluso los padres más capaces necesiten ayuda.
Esta ayuda suele proceder del médico de asistencia primaria, el personal de enfermería y las asociaciones de afectados y de sus familiares, que hacen que el niño y sus padres no se sientan solos, ni extraños entre gente que no conoce o no comprende su problema o su estado psicológico. Las asociaciones de estos tipos ofrecen ayuda psicológica en forma de terapia, en algunos casos.
Determinadas circunstancias pueden favorecer la obtención de otros tipos de ayudas, de carácter social, para ayudar en el manejo del niño en casa, o educativo para favorecer su inserción en el mundo escolar normal, o cuando esto no es posible para que puedan acceder a centros específicamente diseñados para ayudarles.
Los resultados en gran medida dependerán del grado de madurez de la familia, y de la comprensión y la aceptación por parte de toda la familia del estado del niño, de forma que puedan establecerse cuanto antes relaciones normales y el niño, aunque sea diferente de los otros, se encuentre en un entorno similar al de los demás.