Se conoce como dislipemia diabética al conjunto de alteraciones en el metabolismo de las grasas (lípidos), que aunque pueden presentarse en población normal, son entre dos a tres veces más frecuentes en los diabéticos.
El fenotipo típico de la dislipemia diabética se corresponde con en IIb de la clasificación de Fredickson, en la que existe un aumento de beta y prebetalipoproteínas, es decir de colesterol LDL (tambien conocido como "colesterol malo") y triglicéridos.
Además, el colesterol HDL(colesterol "bueno") suele estar disminuído.
Es típica, al igual que como ocurre con el azúcar, la elevación de las grasas en sangre después de las comidas (hiperlipemia postprandial).
Este fenómeno está en estrecha relación con la deficiencia de insulina. Esta hormona tiene una acción promovedora de la formación de depósitos de grasa, de ahí que cuando es escasa o falta, las grasas tiendan a acumularse en nuestra sangre.
La dislipemia diabética supone uno de los principales factores de riesgo para padecer enfermedad cardiovascular (infartos, ictus, claudicación intermitente, ...) por lo que es muy importante un diagnóstico y tratamiento de forma temprana. Habrá combatir la presencia de otros factores como el tabaquismo, la hipertensión arterial, la obesidad o el sedentarismo, que tanto independientemente como en conjunto suponen un riesgo aumentado de enfermedad cardiovascular.
Los objetivos terapéuticos a alcanzar son para el colesterol LDL valores inferiores a 100 mg/dl. Para el HDL deberán estar por encima de 45 mg/dl en los hombres y de 55 mg/dl en las mujeres. Los niveles óptimos de triglicéridos se establecen por debajo de 150 mg/dl.
El tratamiento debe instaurarse de forma escalonada, incidiendo en un primer momento en los cambios en el estilo de vida. Esto incluye una dieta saludable baja en grasas, abandono del tabaco, pérdida de peso en caso de que existe un exceso y práctica de ejercicio físico de forma regular.
Con la pérdida de peso a base de una dieta hipocalórica se pueden observar cambios importantes y corrección de los niveles de triglicéridos. Con la reducción del aporte de grasas en nuestra dieta conseguiremos una disminución del colesterol LDL.
El control de las cifras de glucemia (azúcar en sangre) ayuda a mejorar la dislipemia. Hay fármacos antidiabéticos orales que por su mecanismo de acción también pueden ayudar a reducir los niveles de colesterol, por ejemplo la Metformina o las Glitazonas.
Si las medidas anteriores no son suficientes para alcanzar las cifras de colesterol recomendadas, comenzaremos con el empleo de fármacos hipolipemiantes. Contamos con varios grupos como los inhibidores de HMGCo-A reductasa (Estatinas),los derivados del ácido fíbrico (Fibratos), las Resinas, el ácido nicotínico y el ezetimiba.
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