La vasculitis se refiere al conjunto de trastornos que se manifiestan con la inflamación de uno o varios vasos sanguíneos.
La inflamación puede afectar a vasos sanguíneos de cualquier tamaño y en cualquier parte del cuerpo. La vasculitis puede afectar por tanto a venas, arterias o capilares.
Se pueden distinguir dos tipos de vasculitis en función del grado de afectación
En la mayoría de las ocasiones no se conocen las causas que desencadenan la vasculitis, pero parece tratarse de una reacción autoinmune en la que el sistema inmunitario ataca al propio organismo.
En algunas ocasiones se sabe que es debida a una respuesta alérgica a alguna sustancia (frecuentemente aparece tras el consumo de algún medicamento) o causada por un agente infeccioso (virus de la hepatitis B o C).
Existen numerosas enfermedades que pueden provocar vasculitis como una de sus manifestaciones o complicaciones asociadas:
La vasculitis puede presentarse a cualquier edad.
Los síntomas son muy variables dependiendo de la intensidad de la inflamación que se produce.
Si la vasculitis es leve puede que únicamente se observen pequeñas hemorragias subcutáneas en la piel denominadas petequias que se manifiestan con puntitos de color rojo en la piel.
Si la vasculitis es más intensa pueden producirse otros síntomas más evidentes como:
Las partes del cuerpo que suelen verse más afectados por la vasculitis son:
En los casos en que la vasculitis produce la incapacidad de determinados órganos para recibir el oxígeno que necesitan para su funcionamiento puede acarrear graves problemas de salud como:
Para el diagnóstico de la vasculitis se requiere verificar la presencia del proceso inflamatorio.
En un análisis de sangre la velocidad de sedimentación globular (VSG) estará por encima de lo normal con posible anemia y aumento del número de glóbulos blancos. También podría realizarse la prueba de detección de anticuerpos citoplasmáticos antineutrófilos ANCA.
Para confirmar el diagnóstico una prueba adecuada es la angiografía que consiste en inyectar un contraste para visualizar los vasos sanguíneos mediante rayos X y poder observar si se encuentran inflamados.
A pesar de la gran variedad de tipos de vasculitis y posibles zonas afectadas el tratamiento es muy similar en todos los casos.
Se requiere reducir la actividad del sistema inmune para lo cual suelen emplearse corticosteroides como la Prednisona que interfiere en los procesos inflamatorios.
Otro medicamento más potente que se suele usar en determinados tipos de vasculitis es la Ciclofosfamida.
El pronóstico para la vasculitis es muy variable.
En el caso de que se haya producido por el consumo de un medicamento suelen responder bien a la retirada del mismo sin requerir tratamiento.
Si se ha debido a púrpura de Schönlein-Henoch, enfermedad del suero, arteritis de células gigantes o enfermedad de Kawasaki (sin afectar al corazón) suele tener un buen pronóstico tras el tratamiento.
Los casos de peor pronóstico son los relacionados con la poliarteritis nodosa y la granulomatosis de Wegener.
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